Guernica Gernikara

Han pasado 40 años desde que trasladaron nuestro cuadro desde el otro lado del océano. Digo “nuestro cuadro” porque refleja el dolor de nuestro pueblo desde las entrañas y al igual que Picasso hizo suyo nuestro dolor, los gerniqueses hacemos nuestro el cuadro que representa la masacre y la injusticia. Picasso pretendía que, una vez terminada la Guerra Civil y la Dictadura, el cuadro se trasladara a España con la confianza de que ya estaría protegido. Sí está protegido, pero también secuestrado. La historia que persigue a este cuadro, que ha sido utilizado por todo el mundo para denunciar la injusticia de la maldad humana, debería provocar automáticamente un cambio en nuestras conciencias. Sin embargo, está allí, en una gran y fría sala del Museo Reina Sofía, en silencio, sin poder transmitir bien el mensaje a los visitantes que vienen de lejos. De los ojos que han pasado por el lugar, ¿cuántos verían y entenderían lo que hay detrás del cuadro? ¿Cuántos entenderían lo que Picasso quería denunciar al pintar el cuadro?

¿Y quién mejor para contarlo que el pueblo de Gernika? No hay mejor sitio que el de la memoria para observar el cuadro y para que quienes se acerquen puedan escuchar y comprender de primera mano el significado del mismo. Para los que nos visiten y para las nuevas generaciones de aquí, con el fin de que no se pierda el hilo de la memoria. Por otra parte, al cuadro la voz que le falta es la del pueblo de Gernika.

Desde esta localidad, lugar de la memoria, el grito de “Guernica Gernikara” se escuchará con claridad hasta que el cuadro sea trasladado a Gernika. Hasta que el eslabón final que conecte firmemente nuestra cadena de la memoria sea trasladado al sitio que le corresponde.